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Gran marcha minera y mitin a 10 años del Homicidio Industrial de Pasta de Conchos


Frente al Sindicato Nacional de Mineros, 63 ataúdes negros aguardan simbólicamente, ya por 10 años, la llegada de los cuerpos de los 63 hermanos mineros asesinados en la mina 8 de Pasta de Conchos por el gobierno de Vicente Fox Quesada y la empresa Grupo México del nefasto millonario en dólares Germán Feliciano Larrea Mota Velasco.


El pasado 19 de febrero se cumplieron 10 años de la espantosa explosión y mayor tragedia que enlutó a 65 familias coahuilenses y que pudo ser evitada si Feliciano Larrea y su Grupo México hubieran garantizado las mínimas medidas de seguridad e higiene, tras las insistentes demandas del Sindicato Minero para corregir las por lo menos 300 fallas que se le marcaron.


Con el redoble y toque de silencio de la banda de guerra de la Sección 17 de Taxco, Guerrero, formada por mineros y también por algunos de los hijos de los sacrificados compañeros, este 19 de febrero de 2016, a 10 años de aquella tragedia, se inició una Marcha Minera por las calles de la Ciudad de México, al frente con los ataúdes simbólicos, para demandar al gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto el rescate de los cuerpos de los mineros muertos a consecuencia del Homicidio Industrial provocado por Larrea y su empresa.


La Marcha Minera inició al filo del mediodía en la puerta principal de la sede de nuestro Sindicato en la calle de Doctor Vértiz, y fue encabezada por integrantes del Comité Ejecutivo Nacional Minero, delegados de Secciones y Fracciones, al menos 800 compañeros mineros de todo el país, y su paso fue resguardado en todo su trayecto por mujeres policía de Seguridad Pública del gobierno de la ciudad, con la finalidad de evitar molestias al tránsito vehicular e impedir también que fuera infiltrada por grupos ajenos al gremio.



El contingente minero, como primera parada hizo un alto frente a la Secretaría de Gobernación, en Bucareli, donde una comisión sindical entregó al titular Miguel Ángel Osorio Chong, una copia de la carta que se dirigió al Presidente Enrique Peña Nieto, con las demandas del gremio minero nacional, documento que se publica en espacio aparte.


Posteriormente, se hizo un alto más frente a las oficinas de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, en Paseo de la Reforma 93, junto a la glorieta de Colón, para entregarle también copia de la misiva enviada al titular del mismo Ejecutivo federal, y de paso recordarle al licenciado Alfonso Navarrete Prida el compromiso contraído hace ya tres años con el gremio minero para rescatar los cuerpos de los compañeros abandonados en el socavón de la mina, promesa que parece el titular del Trabajo tiró al cesto de la basura o envió al archivo muerto.


Un respetuoso silencio recibieron a la columna minera y a la procesión de ataúdes negros por parte de los automovilistas capitalinos, quienes sin enfado esperaban no más de 10 minutos para continuar su camino por los cruces de las principales avenidas que confluyen al Paseo de la Reforma. Esto se debió en parte, hay que reconocerlo, al trabajo de la policía capitalina, pero sobre todo porque transeúntes y automovilistas sintieron sin duda la emoción de los marchistas y con su sigilo parecieron apoyar su causa.


Dos carriles centrales de Paseo de la Reforma fueron habilitados para la marcha y simbólico cortejo fúnebre. En silencio, 126 mineros con sus cascos de linterna, en hombros, cargaban los ataúdes al paso redoblado que tocaba la banda de guerra. La glorieta de La Palma. El Ángel de la Independencia. La Diana Cazadora. Los dos más grandes rascacielos de la nueva Ciudad de México. Chapultepec. Todo era silencio. El quemante sol de invierno no hizo mella en la mayor parte de los rostros morenos de los marchistas. A la vista el Campo Marte, la efigie del rostro semi sonriente de Luis Donaldo Colosio Murrieta, como en paciente espera, con la mirada hacia Los Pinos.


Y precisamente ahí, ante la estatua de Colosio, la marcha minera entró a la avenida Campos Elíseos para llegar al bunker sede de Feliciano y su Grupo México, en Lomas de Chapultepec.

Frente a frente rostros morenos, los de los mineros vestidos de rojo quienes llegaron a realizar su protesta contra Larrea y Grupo México, y los de los hombres vestidos de azul, policías en esta ocasión sin armas, que resguardaron la puerta principal del consorcio minero explotador de trabajadores y por lo mismo el más rico y grande del mundo.


Frente a la fachada y reja principal, así como en la banqueta, poco a poco fueron colocados los 65 ataúdes.



La arenga desde una camioneta con dos bocinas llevaba el reclamo de los oradores hacia Larrea y la empresa minera. Allí hablaron los compañeros Isidro Méndez Martínez, Secretario de Organización del CEN Minero; Daniel Cosío Ríos, Primer Vocal del Consejo General de Vigilancia y Justicia; Jesús Armando Velázquez Morales, Segundo Vocal del Consejo General de Vigilancia y Justicia; Martín Rodríguez Piedra, Delegado del CEN Minero, y Nicolás Chávez Adame, dirigente de la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero (APPG), quienes con emoción volvieron a demandar la solución a este drama minero y a las tres huelgas.


Los compañeros asistentes corearon las arengas que ya son clásicas de los mineros, las cuales hicieron retumbar los espacios de la calle frente al edificio de “Parque Reforma” en que se enclavan las oficinas de Grupo México. En cierto momento, el pulcro silencio de pronto se rompió. Silbidos con mentadas de madre a Larrea y a la minera. El reclamo ante las infamias inferidas a las viudas de los mineros muertos y sus familias. Ojalá que ahora sí el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto vele por la justicia a favor de la familia minera mexicana, que sobre el sudor de su trabajo descansa en gran medida parte de la economía y riqueza nacionales.


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